Yo era ciego y ahora veo

Yo era ciego y ahora veo

Si un pecador, no lo sé; una cosa sé: que yo era ciego y ahora veo. – Juan 9:25

El milagro del ciego que fue sanado por el Señor Jesucristo nos despierta algunas similitudes con la vida de los hombres y mujeres de hoy.
Al mirar más de cerca a este milagro que podemos sacar de él algunas direcciones muy interesantes para nuestro caminar con nuestro Dios.
El Señor Jesucristo está siempre atento a lo que sucede con sus hijos, no es la asignación de culpas esto o aquello. Lo que él quiere es ahorrar y cambiar la vida de hombre. El Señor Jesús es un Dios de amor, Él no escatima esfuerzos para salvar a los que creen en Él y el poder maravilloso que el Padre le ha dado en sus manos.

Nuestro Señor Jesús no rechaza a nadie. Cuando el hombre pone su confianza en Él el Señor Jesús pone en la vida una nueva oportunidad de vida similar a la del primer hombre que también había sido formado a partir de la arcilla. Es el Espíritu Santo de Dios, en la persona de Jesucristo, que da vida al hombre. Es la gracia de Dios, que quita el pecado del hombre del barro y de la oscuridad del mundo y lleva de nuevo para el brillo de la gloria de Dios Padre.

La vida del hombre nuevo comienza en serio en el bautismo de agua, cuando el anciano se encuentra inmerso, y las aguas de la vida, el nuevo hombre viene. Un hombre con una nueva visión, lleno de fuerza y ​​vitalidad, un hombre renovado y lleno del Espíritu Santo y la maravillosa gracia de nuestro Dios de amor.

Ahora iluminada por el amor de Jesús, el hombre que una vez vivió en el polvo, el barro y la oscuridad empieza a caminar en novedad de vida a la luz redentora y salvadora de nuestro Dios. Ahora Liberado de la cárcel del diablo puede alabar y glorificar a la Santísima y Poderoso Señor de la Gloria y con el corazón lleno de gratitud a gritar para que todas las personas puedan oírlo:

Yo era ciego y ahora veo. – Juan 9:25

Amén y Gloria a Dios!

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