Dios viene a socorrernos. Señor perdona nuestros pecados, 31 de julio

Jeremías 14, 17 – 22

Dios me envió a la gente mi tristeza y decir: "Que mis ojos derrama lágrimas día y noche y que nunca paren de llorar, porque mi pobre pueblo está muy herido, está gravemente herido. Cuando voy al campo, veo los cuerpos de los hombres muertos en la guerra; cuando entro en las ciudades, veo a personas que mueren de hambre. Los profetas y los sacerdotes continúan su trabajo, pero no saben lo que están haciendo. "¡Oh Señor Dios, ¿has rechazado completamente al pueblo de Judá? ¿Será que detestas al pueblo de Sión? ¿Por qué nos has herido tanto, que no podemos ser sanados? Nosotros esperamos la paz, pero nada bueno sucedió; pensamos que íbamos a ser sanados, pero lo que vino fue el terror. Señor, confesamos nuestro pecado y el pecado de nuestros antepasados; de hecho, pecamos contra ti. Recuerda tus promesas y no nos desprecies. No dejes que sea humillada la ciudad de Jerusalén, el lugar de tu trono glorioso. Recuerda la alianza que has hecho con tu pueblo y no desistas de él. Ninguno de los ídolos de las naciones puede hacer llover, ni el cielo puede hacer caer la lluvia. Pusimos nuestra esperanza en ti, oh Jehová, nuestro Dios, pues tú eres el que hace todas estas cosas. "

 

Salmos 78 o 79, 8 – 9, 11, 13.

No nos castigues por los pecados de nuestros antepasados, pero ten misericordia de nosotros ahora, porque estamos completamente desanimados. Ayúdanos, oh Dios, nuestro Salvador; por causa de tu propia honra, sálvanos y olvida nuestros pecados. Escucha los gemidos de los prisioneros y, con tu gran poder, libra a los que están condenados a la muerte. Entonces nosotros, que somos tu pueblo, que somos ovejas de tu rebaño, nosotros y nuestros descendientes te daremos gracias por siempre y cantaremos himnos de alabanza a ti hoy y en los tiempos que vienen.

 

Mateo 13, 36 – 43

Entonces Jesús dejó la multitud y se volvió a casa. Los discípulos llegaron cerca de él y le preguntaron: Cuéntanos lo que quiere decir la parábola de la cizaña. Jesús respondió: El que siembra las buenas semillas es el Hijo del Hombre. El terreno es el mundo. Las semillas buenas son las personas que pertenecen al Reino; y la cizaña, las que pertenecen al Maligno. El enemigo que siembra la cizaña es el mismo diablo. La cosecha es el fin de los tiempos, y los que hacen la cosecha son los ángeles. Así como la cizaña es juntada y jugada en el fuego, así también será al final de los tiempos. El Hijo del Hombre mandará a sus ángeles, y ellos juntar y quitar de su Reino a todos los que hacen que los demás pequen y también todos los que practican el mal. Después los ángeles jugar a esas personas en el horno de fuego, donde van a llorar y crujir los dientes de desesperación. Entonces el pueblo de Dios brillará como el sol en el reino de su Padre. Si ustedes oyen para oír, entonces oigan.

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