Palabra de Dios para hoy, 2 de agosto. En las manos del alfarero

Jeremías 18, 1 – 6

El Señor Dios me dijo: Desciende hasta la casa donde hacen potes de barro, y allí yo le daré mi mensaje. Entonces fui y encontré el alfarero trabajando con el barro sobre la rueda de madera. Cuando el bote que el alfarero estaba haciendo no quedaba bien, él cogía el barro y hacía otro, como quería. Entonces el SEÑOR me dijo: ¿No puedo hacer con el pueblo de Israel lo mismo que el alfarero hace con el barro? Ustedes están en mis manos así como el barro está en las manos del alfarero. Yo soy el SEÑOR, quien está hablando.

 

Salmos 145 o 146, 1 – 6

Aleluya! ¡Que todo mi ser te alaba, oh Jehová! La vida entera alabaré a mi Dios, cantaré alabanzas mientras viva. No pongan su confianza en personas importantes, ni confíen en seres humanos, ya que son mortales y no pueden ayudar a nadie. Cuando mueren, vuelven al polvo de la tierra, y en aquel día todos sus planes se acaban. ¡Feliz aquel que recibe ayuda del Dios de Jacob, el que pone su esperanza en el Señor, su Dios, el Creador del cielo, de la tierra y del mar y de todo lo que en ellos existe!

 

Mateo 13, 47 – 54

El Reino del Cielo sigue siendo una red que se juega en el lago. Ella recoge peces de todo tipo. Y cuando está llena, los pescadores la arrastran a la playa y se sienten para separar los peces: los que prestan son puestos dentro de los cestos, y los que no prestan son arrojados. En el final de los tiempos también será así: los ángeles saldrán, y separarán a las personas malas de las buenas, y arrojará a las personas malas en el horno de fuego. Y allí van a llorar y crujir los dientes de desesperación. Entonces Jesús preguntó a los discípulos: ¿Ustedes entendieron estas cosas? Sí! respondieron ellos. Jesús dijo: Pues eso quiere decir que todo maestro de la Ley que se convierte en discípulo en el Reino de los Cielos es como un padre de familia que quita de su depósito cosas nuevas y cosas viejas. Cuando Jesús acabó de contar esas parábolas, salió de allí y regresó a la ciudad de Nazaret, donde él había vivido.

 

A nuestro Dios Todopoderoso al Vitorioso Señor Jesús y al maravilloso Espíritu Santo de Dios, sean dadas todo honor, gloria, y alabanzas, ayer, hoy, y para siempre. Amén, y gracias a Dios.

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