Palabra de Dios para hoy, 3 de agosto, un profeta es respetado en todas partes, menos en su tierra y en su casa.

Jeremías 26, 1 – 9

En cuanto Joaquín, hijo de Josías, se convirtió en rey de Judá, el Señor Dios me dijo: Permanezca en el patio del Templo y diga todo lo que le mandé a decir al pueblo que viene de las ciudades de Judá para adorar en el Templo. No dejes de decir nada de lo que he mandado. Puede ser que ellos presten atención y abandonen sus malos caminos. Si esto suceder, entonces cambiaré de idea acerca de la desgracia que estoy planeando hacer caer sobre ellos a causa de sus malas acciones. Dios me mandó decir al pueblo lo siguiente: Yo, el SEÑOR, me dijo que ustedes me obedecer y seguir la enseñanza que les he dado. Escuchen lo que mis siervos, los profetas, dicen. Yo siempre los he enviado, pero ustedes no han obedecido a sus palabras. Si ustedes no escuchan, yo haré con este Templo lo mismo que hice con Silo; y todas las naciones del mundo usarán el nombre de esa ciudad para rogar plagas. Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo me oyeron decir estas cosas en el patio del Templo. En cuanto acabé de hablar todo lo que el Señor había mandado, los sacerdotes, los profetas y el pueblo me agarraron y gritaron: ¡Usted va a morir por causa de eso! ¿Por qué dijiste, en el nombre de Dios, el Señor, que este Templo quedará como Silo, que esta ciudad será destruida y que nadie vivirá en ella? Entonces el pueblo se reunió alrededor de mí en el patio del Templo.

 

Salmos 68 o 69, 4, 7 – 9, 13.:

Aquellos que, sin motivo, me odian, son más numerosos que los cabellos de mi cabeza. Mis enemigos cuentan mentiras acerca de mí; son fuertes y me quieren matar. Ellos me obligan a devolver lo que no he robado. Porque es por mi amor por ti que he soportado insultos y he pasado vergüenza. Soy como un extraño para mis hermanos, soy como un desconocido para mi familia. Mi amor por tu Templo se quema dentro de mí como fuego; las ofensas de aquellos que te insultan caen sobre mí. Pero yo, oh Jehová Dios, hago mi oración a ti. ¡Oh Dios, contestame cuando encuentres por bien, pues me amas mucho! Sálvanme como has prometido.

 

Mateo 13, 54 – 58

Cuando Jesús acabó de contar esas parábolas, salió de allí y regresó a la ciudad de Nazaret, donde él había vivido. Él enseñaba en la sinagoga, y los que le escuchaban quedaban admirados y preguntaban: ¿De dónde vienen la sabiduría de él y el poder que tiene para hacer milagros? ¿Acaso no es el hijo del carpintero? ¿Su madre no es María? ¿No es hermano de Jacobo, José, Simón y Judas? Todas sus hermanas no viven aquí? ¿De dónde es que lo consigue todo? Por eso quedaron desilusionados con él. Pero Jesús dijo: Un profeta es respetado en todas partes, menos en su tierra y en su casa. Jesús no pudo hacer muchos milagros allí porque ellos no tenían fe.

A nuestro Dios Todopoderoso al Vitorioso Señor Jesús y al maravilloso Espíritu Santo de Dios, sean dadas todo honor, gloria, y alabanzas, ayer, hoy, y para siempre. Amén, y gracias a Dios.

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