Palabra de Dios para hoy, 11 de agosto, Sin el Señor Dios no podemos hacer nada.

2 Corintios 4, 6 – 10, 16 – 18

El Dios que dijo: "Que de la oscuridad brille la luz" es lo mismo que hizo que la luz brillara en nuestro corazón. Y eso para traernos la luz del conocimiento de la gloria de Dios, que brilla en el rostro de Jesucristo. Pero nosotros que tenemos ese tesoro espiritual somos como potes de barro para que quede claro que el poder supremo pertenece a Dios y no a nosotros. Muchas veces nos sentimos afligidos, pero no somos derrotados. Algunas veces nos quedamos en duda, pero nunca nos desesperamos. Tenemos muchos enemigos, pero nunca nos falta un amigo. A veces somos gravemente heridos, pero no somos destruidos. Llevamos siempre en nuestro cuerpo mortal la muerte de Jesús para que también su vida sea vista en nuestro cuerpo. Por eso nunca nos desanimamos. Aunque nuestro cuerpo se vaya gastando, nuestro espíritu se va renovando día a día. Y esa pequeña y pasajera aflicción que sufrimos nos traerá una gloria enorme y eterna, mucho mayor que el sufrimiento. Porque no prestamos atención a las cosas que se ven, sino a las que no se ven. Pues lo que puede ser visto dura apenas un poco, pero lo que no puede ser visto dura para siempre.

 

Salmos 9, 7 – 12

Pero el Señor es Rey para siempre. Sentado en su trono, él hace sus juicios. Dios gobierna el mundo con justicia y juzga a los pueblos de acuerdo con lo que tiene derecho. El Señor es un refugio para los perseguidos; Él los protege en tiempos de aflicción. Oh Jehová, los que te conocen confían en ti, pues no abandones a los que buscan tu ayuda. Cantar alabanzas al Señor, que reina en Jerusalén. Anuncien a las naciones lo que él ha hecho. Porque Dios recuerda a los perseguidos; no olvida sus gemidos y castiga a aquellos que los tratan con violencia.

 

Juan 15, 4 – 10

Continúen unidos conmigo, y yo seguiré unido con ustedes. Pues, así como la rama sólo da uvas cuando está unido con la planta, así también ustedes sólo pueden dar fruto si se quedan unidos conmigo. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. Quien está unido conmigo y yo con él, ese da mucho fruto porque sin mí ustedes no pueden hacer nada. Quien no esté unido conmigo será arrojado y se secar; será como las ramas secas que se juntan y se tiran al fuego, donde se queman. Si ustedes se quedan unidos conmigo, y mis palabras continúen en ustedes, ustedes recibirán todo lo que pidan. Y la naturaleza gloriosa de mi Padre se revela cuando ustedes producen muchos frutos y así demuestran que son mis discípulos. Así como mi Padre me ama, yo los amo; por tanto, sigan unidos conmigo por medio de mi amor por ustedes. Si obedecen mis mandamientos, yo seguiré amándolos, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y él sigue amándome.

A nuestro Dios Todopoderoso al Vitorioso Señor Jesús y al maravilloso Espíritu Santo de Dios, sean dadas todo honor, gloria, y alabanzas, ayer, hoy, y para siempre. Amén, y gracias a Dios.

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